Hasta hace muy poco, las Humanidades (también podemos incluir a algunas ciencias sociales) eran consideradas como “poco rentables” por países que cerraban, o cuando menos fusionaban, programas de este tipo en sus universidades públicas, o no eran incluidos en las ofertas de conglomerados económicos dedicados a la educación superior en el mundo. Simplemente no tenían demanda, decían, simplemente no generaban buenos sueldos para sus egresados.
Hoy la epidemia se ha globalizado y para cuando se escribía esta nota aparentemente solo 13 lugares en el mundo no cuentan con casos de Covid-19.[1] El impacto de esta en la vida humana del siglo XXI exige profesionales dedicados a estas disciplinas.
Desde hace varias semanas el epicentro de la pandemia se enfocó en los Estados Unidos, donde según datos del 02 de mayo los fallecidos por causa de la enfermedad superaron las 65 mil y los infectados alcanzaron el millón y 125 mil.[2] Hace algunas semanas, varios medios periodísticos dijeron que el número de fallecidos en ese país a causa del Covid-19 superó el número de los que murieron en el ataque del 9/11. A estas alturas, dicho numero es mucho mayor que el de los jóvenes soldados que perdieron la vida en la guerra de Vietnam. Un hecho por demás traumático para la sociedad estadounidense, que hoy tiene en la ciudad de Nueva York el mayor número de fallecidos. Según la plataforma de la Universidad Johns Hopkins que monitorea la pandemia en el mundo, dicha ciudad ocupa en el mundo el quinto lugar con 18 mil 399 fallecidos después de Italia, Reino Unido, Francia y España. En Perú la cifra llega a los mil 200 fallecidos.[3]
Las consecuencias de esta pandemia trascienden a las de carácter clínico y las económicas, hoy vivimos en un estado de incertidumbre ineludible. Si bien esta es una saludable actitud que científicos y otros profesionales recomiendan tener siempre presente, para muchos es mejor tener certezas en la vida y hasta soluciones rápidas a los problemas, de aquellas que se encuentran en los libros de autoayuda, por ejemplo. Las ideas sobre las que hemos construido nuestras economías y sociedades en las últimas décadas se tornaron en “verdades” incuestionables sobre cómo hacer crecer las riquezas y cuál es el camino al éxito; aunque esto haya supuesto una descarnada competencia donde los más débiles perecen, el escandaloso incremento de las desigualdades o la destrucción del medio ambiente. Así, la Filosofía se presenta como una actividad necesaria para cuestionar esas “verdades”, sin renunciar a la tan necesaria búsqueda del sentido de nuestra existencia como seres humanos vulnerables y de nuestra relación con el entorno natural al cual hemos saqueado y destruido. Como diría Siurana (2018), la filosofía nos proporciona un mapa, una guía y una brújula para encontrar tanto el propio camino a la felicidad, como el norte para guiarnos del modo más justo en nuestras relaciones con los demás.[4] Considero que esta es una ocasión para debatir ampliamente, en las escuelas, en las universidades y en los foros de opinión pública sobre el tipo de sociedad en la que queremos vivir después de esta pandemia. Del mismo modo, preguntarnos y definir el rol que debe cumplir el Estado ya que, de acuerdo con las evidencias científicas, los golpes una vez más caen siempre sobre los más débiles, los marginados del modelo económico.
Otra disciplina que hoy se vuelve un importante referente es la Historia. Cuando vimos los primeros estragos de la pandemia, desconcertados, muchos empezamos a buscar en los libros algún hecho semejante ocurrido en el pasado para tener una idea de lo que se nos vendría en los próximos meses. Los medios informativos del mundo rápidamente dieron con la gripe española de 1918-1919 y nos contaron el por qué de su nombre, cómo se debió llamar realmente, el número aproximado de muertos que se cobró, la inmunidad de rebaño que se alcanzó y su repentina desaparición de la faz de la Tierra. Sin embargo, pocos anotaron que hay historiadores que han investigado y escrito sobre la ciencia y la salud. En el Perú, hace veinte años, Marcos Cueto publicó un estudio sobre las epidemias que más nos golpearon en el siglo XX.[5] Una idea que deseo compartir aquí, es la referida a los tres momentos que se generan en nuestras sociedades como consecuencia de la aparición de las epidemias. Según este autor, tenemos un primer momento de negación del fenómeno, luego, una respuesta de los gobiernos y Estados ante la evidencia abrumadora de los efectos de la enfermedad y, finalmente, la estigmatización de un colectivo, por lo general una minoría, a la que se le atribuye la responsabilidad de la desgracia. Respecto de esto último, así como en la Edad Media se culpó a los judíos de causar la peste negra o en la década de los ochenta del siglo XX se hizo lo mismo con los homosexuales por la aparición del VIH, aquí en el Perú se culpó a los inmigrantes chinos por la fiebre amarilla o la peste bubónica ocurridas en la primera mitad del siglo pasado.
Si la historia se repite, como dicen, hoy tenemos países que han transitado por estas etapas. Recordemos sino la primera negativa del gobierno chino ante la inminencia de la epidemia, la reacción del primer ministro británico que terminó en una sala de cuidados intensivos o la vigente negativa del presidente de Brasil a reconocer una enfermedad que es más agresiva que una gripe común. El Perú, curiosamente, parece una excepción al haber implementado de manera temprana una cuarentena e implementado medidas de contención, con todas sus limitaciones. Sin embargo, aún no vemos en el mundo reacciones generalizadas de estigmatización hacia un colectivo como supuesto responsable de la enfermedad. En todo caso, advertidos estamos como para tomar todas las medidas y contrarrestar la aparición de una fobia como esta en nuestras sociedades.
Hasta aquí, y solo por cuestiones de espacio, me he referido a dos disciplinas de las Humanidades cuyas investigaciones ayudan a comprender y explicar mejor lo que hoy nos ocurre. Pero también, nos han proporcionado información y hasta nos han advertido de los riesgos y peligros que hoy estamos apreciando en nuestro país y el mundo. Los Estados y las universidades deberían no solo sostenerlas como departamentos académicos sino también financiar investigaciones que nos permitan contar con perspectivas críticas sobre los fenómenos como este, así como insumos importantes para la toma de decisiones en materia de políticas públicas que ayuden a construir mejores sociedades, más justas, inclusivas y respetuosas del medio ambiente.
Oscar Sánchez Benavides
Antropólogo y docente universitario
Compilador del libro: La inevitable globalización
[1] “Which countries have not reported any coronavirus cases?, Aljazeera, 30 de abril de 2020. La data proviene de la web creada por la Universidad Johns Hopkins para monitorear la pandemia.
[2] The Washington Post, 02 de mayo de 2020.
[3] COVID-19 Dashboard by the Center for Systems Science and Engineering (CSSE) at Johns Hopkins (https://gisanddata.maps.arcgis.com/apps/opsdashboard/index.html#/bda7594740fd40299423467b48e9ecf6). Consulta: 2 de mayo de 2020 a las 17:37 horas.
[4] Siurana, J. (2018). Felicidad a golpe de autoayuda. Tu vida en manos de un best seller. Madrid: Plaza y Valdés.
[5] Cueto, M. (2000) El regreso de las epidemias: Salud y sociedad en el Perú del siglo XX. Lima: IEP.
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