En estos días de crisis global, se escuchan voces que señalan que la pandemia del coronavirus estaba más que anunciada. Por ejemplo, diferentes medios del mundo han resaltado el nombre de Ralph Baric, un epidemiólogo estadounidense que publicó hace cinco años un artículo en el que daba la voz de alerta frente a la posible aparición de una muestra de coronavirus que podía pasar de murciélagos a humanos. Sin embargo, los científicos no fueron los únicos que anticiparon los hechos que estamos viviendo en la actualidad. También las industrias culturales predijeron la crisis en la que estamos.
Es importante recordar que la escuela de Fráncfort creó el concepto de industria cultural para explicar el potencial de colonización cultural que tenían medios de comunicación de masas como el cine o la radio. Adorno y Horkheimer señalaron que, a través de esos medios, era posible inculcar en las masas mensajes que aseguraran su obediencia a las leyes del mercado. Por ejemplo, Estados Unidos utilizaba las películas de Hollywood para expandir por los países desarrollados el discurso de que la american way of life era la fórmula para salir de la pobreza y alcanzar el progreso.
Por lo tanto, es importante reconocer que las industrias culturales no solo realizan una representación de la realidad. También tienen la capacidad de construirla. El espectador al ver una película, encontrará modelos de comportamiento que le servirán de guía en el mundo real. Retomando el ejemplo de Hollywood, si el espectador ve en una película que un personaje alcanzó el éxito gracias al trabajo constante, lo más probable es que asuma que ese es el camino que debe seguir. Con la aceleración de la globalización, ocurrida en la década del noventa gracias a la expansión del neoliberalismo y de los avances tecnológicos; Hollywood se transformó en la fábrica de sueños global. Al tener redes en casi todos los puntos del planeta, la industria cinematográfica estadounidense se ha dedicado a modelar las fantasías de individuos de diferentes puntos del planeta. Hoy en día, niños y adolescentes de países tan distantes como Perú, Sudáfrica o Japón pueden tener como referentes a personajes como Hulk o Batman.
Sin embargo, como indica Martel, si bien Hollywood sigue conservando la hegemonía, en la actualidad tiene que competir con industrias de contenido de diferentes regiones del mundo. Por ello, no es raro que adolescentes peruanos sigan con devoción a los grupos de K-pop o que las novelas turcas hayan triunfado en diferentes regiones de Latinoamérica. Las pautas de comportamiento ya no proceden de un solo país, hoy en día no es raro que una peruana tenga a un artista coreano como referente. En consecuencia, en la actualidad vivimos una guerra mundial de contenidos, todas las regiones del mundo buscarán posicionar sus discursos a través de sus industrias para ganar relevancia mundial. Y como veremos a continuación esos discurso incluyen el de la propagación de las pandemias.
Como se indicaba al inicio del texto, no solo los científicos del mundo real pronosticaron con detalle una crisis como la del coronavirus. En el 2011, se estrenó Contagio (Contagion, en inglés), una cinta estadounidense que narra la expansión de una pandemia. En ella, podemos observar a millones de personas confinadas en cuarentena, a gobiernos tomando medidas radicales y a científicos haciendo los máximos esfuerzos para encontrar una cura. Sin embargo, lo más resaltante es el origen de la crisis sanitaria. En los minutos finales de la cinta podemos observar que la causa del brote fue la tala de un bosque asiático que provocó la migración de unos murciélagos a un criadero de cerdos. La paciente cero terminaría siendo una empresaria estadounidense que tuvo contacto con un cheff oriental que no se lavó las manos tras tocar un cerdo contaminado. Imágenes que terminan siendo casi un calco del nacimiento de la pandemia que hoy en día nos azota.
Pero Contagio no es la única cinta que remite a la crisis que vivimos en estos momentos. Dentro del servicio de streaming Netflix, una de las primeras recomendaciones que se puede encontrar es la cinta coreana Virus (2013). Dicha película también presenta imágenes que parecieran retratar los hechos que estamos viviendo en la actualidad. En ella, se narra la expansión de una gripe mortal en Bungdang-gu, uno de los distritos más desarrollados de Corea del Sur. Las primeras imágenes revelan que la enfermedad llega a la zona a través de un grupo de inmigrantes ilegales que ingresaron al país en un contenedor. Cuando uno de los inmigrantes se pone en contacto con un contrabandista, la gripe empezará a extenderse. A partir de ese evento podremos reconocer escenas que nos son familiares. Los estornudos de los habitantes de la ciudad generan la expansión del virus y provocan que la ciudad pase a una cuarentena general y se cierren las fronteras. También veremos a políticos que inicialmente menosprecian el peligro y que luego tomarán decisiones radicales para evitar la expansión. Los pasajes finales de la cinta nos mostrarán a un pueblo rebelándose frente a los abusos de un gobierno ineficiente (que nos hace pensar en Bolsonaro o en López Obrador) y a potencias complotando para salvaguardar sus intereses (y aquí podemos evocar a Trump). Si bien, Virus exagera todas las situaciones límites que se pueden vivir en una pandemia, termina presentándonos un escenario que evoca la realidad que vivimos.
Finalmente, las industrias de contenido también han anticipado escenarios post-apocalípticos. Cintas como Soy Leyenda (I am legend, en inglés) o La Carretera (The Road, en inglés) presentan panoramas desoladores en los que la humanidad ha quedado diezmada, tras un cataclismo mundial, y han desaparecido las convenciones sociales. Todas ellas plantean el final de la civilización tal como la conocemos, un pronóstico que puede emparentarse con el de filósofos como Slavoj Zizek que aprovechan el contexto para pronosticar el ocaso del capitalismo. Sin embargo, un escenario distinto es el que plantea la serie estadounidense The Leftovers (2014-2017). La premisa de este programa es que de un momento a otro y sin motivo aparente el 2% de la población mundial desaparece –paradójicamente una cifra cercana al porcentaje de pérdidas que hasta el momento ha causado el coronavirus–. A partir de ese suceso, el drama se enfoca en el dolor que sienten los familiares de las personas que ya no están. Nos encontraremos con sujetos que han perdido el rumbo, algunos de ellos al borde de la locura, y propensos a unirse a sectas o a escuchar a falsos profetas que les den sentido a una vida marcada por la ausencia. En este caso, las instituciones se mantienen pero a costa de tener a una población sufriente. Tras esta tragedia, serán los individuos, y no el sistema, los que terminen destruidos.
Hasta el momento, las evidencias nos alejan de escenarios post apocalípticos; sin embargo, no deja de ser preocupante el panorama de un mundo agobiado por la pérdida. Esperemos que, en este caso, las predicciones planteadas por las industrias de contenido no sean tan certeras.
Bruno Rivas Frías
Docente a Tiempo Completo de las asignaturas Deporte y política, Globalización: enfoque cultural y económico e Historia Contemporánea
Coautor de los libros: La inevitable globalización y Oscura globalización